sábado, 20 de diciembre de 2014

Más allá de un entierro prematuro

El temor a ser enterrado vivo era tan generalizado en Europa en los siglos XVIII y XIX que se estableció un sistema entero de hospitales para los muertos en los que los cuerpos se podían quedar en observación hasta que empezaran a descomponerse, en caso de que se despertaran.


Luego, en 1788, un doctor austríaco llamado Johann Frank recomendó que los cadáveres se mantuvieran sobre la tierra durante dos o tres días para esperar el inicio de la putrefacción, que se suponía era el único signo seguro de muerte.
Sugirió que para ello cada ciudad tuviera una casa comunitaria para los muertos, pues así los cuerpos podían ser supervisadoshasta que pudieran ser declarados oficialmente muertos.
De acuerdo a ello, el primer Vitae Dubiae Asylum, o "Asilo para la vida dudosa" fue inaugurado en Weimar en 1792, donde se mantenían los cadáveres en un ambiente caliente.
El Munich Leichenhaus, o "la casa mortuario", tenía una sección para los cadáveres comúnes y una lujosa, que costaba cinco veces más. Pagando una entrada, la gente podía visitar el mortuario para ver las flores (que estaban ahí para disimular el olor) y los cuerpos.
Los cadáveres tenían cuerdas amarradas a sus dedos y conectadas con un gran armonio con fuelles, para que se escuchara por si alguien se despertaba. Lo que pasaba era que de noche, la hinchazón que causaba la putrefacción de los cuerpos frecuentemente hacía que el mecanismo se activara.
Munich tuvo seis "mortuarios de espera" hasta la década de los 1880. Eventualmente, dejaron de usarse y algunos se convirtieron en mortuarios normales.
No obstante, en el período victoriano, a la gente efectivamente le inquietaba que la enterraran viva; era un tema común en las obras de autores góticos como Edgar Allen Poe, quien escribió "El entierro prematuro", en 1844.
En 1896, un estudio de cementerios aseguró que la cantidad de entierros prematuros podría haber alcanzado el 2%.
Hoy en día parece que la posibilidad de que a uno lo entierren vivo es muy, muy baja, lo que no ha evitado que una compañía italiana ofrezca ataudes con un sistema de altavoces de dos vías.

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